20 de julho de 2013

LITERATURA Y MUJER, ESA PALABRA DE LUJO - Ana Cristina Cesar

El método documental (Manantial) reúne ensayos e intervenciones de Ana Cristina Cesar, decisiva poeta brasileña de los años setenta. En este artículo, del que reproducimos un fragmento, reflexiona sobre la pertinencia de una supuesta poesía femenina.

Ana Cristina Cesar (1952-1983) fue una representante emblemática de la generación anterior a la apertura democrática. Foto: Gentileza Editorial
¿Habrá una poesía femenina distinta, en su naturaleza, de la poesía masculina? Y en el caso de que esa poesía especial exista, ¿habría que buscar en ella características como una sinceridad llevada al extremo del exhibicionismo, una sexualidad que no es sino el deseo de hacerse amar por los lectores? ¿Podría decirse que el hombre es más intelectual o que, por lo menos, profundiza más? ¿Será necesario vincular el sentido de la experiencia interior a un carácter esencialmente femenino? ¿Podría decirse que el apego a lo real es una de las características del hombre, en oposición a la mujer?

II

Haga una encuesta tipo Globo Repórter [noticiero]. Salga a la calle y pregunte a los que pasan: ¿qué es poesía?; ¿qué es mujer?; ¿de qué habla la mujer que hace poesía? Las respuestas establecerán el sentido común de lo poético y de lo femenino. Surgirán ciertas imágenes, a las que por convención llamamos "naturaleza" y consideramos bellas. El cancionero popular. Perfume, perla, flor, madrugada, mar, estrella, rocío, polen, corazón. Tibio, blando, sensible. Y, en aparente contradicción: inalcanzable, inefable, profundo. La vieja contradicción que los románticos no lograron resolver. La mujer es inalcanzable y sensual al mismo tiempo. Carne y luz. Poesía también. Lo poético y lo femenino se identifican.

Vayamos ahora al terreno erudito. Estoy escribiendo acerca de dos libros de mujeres famosas: Flor de poemas, de Cecília Meireles, y Miradouro e outros poemas, de Henriqueta Lisboa. Los dos han sido publicados por Nova Fronteira, y, a juzgar por la cantidad de ediciones, se venden muy bien. Son libros de escritoras consagradas; antologías anotadas, con prefacios de profesores universitarios, biografías y bibliografías. El prefacio de la antología de Cecília se titula: "Poesía de lo sensible y lo imaginario". El prefacio de Henriqueta, "De lo real a lo inefable".

El título de los prefacios ya orienta la lectura de estas poetisas: imágenes estetizantes, puras, líquidas. Todo aquí es limpio, y tenue, y etéreo. El discurso y los temas deben ser Bellos: ovejas y nubes. Hablando de, o mejor, insinuando el secreto de las cosas ocultas. Intimidad, don mágico, pudor, semitonos, sordina, velos, matices. Lo ocluido, lo velado, lo inviolado. La tentativa de "aprehender la esencia inaprehensible" de las cosas. La función tradicional de la poesía (¿de mujeres?): "elevación" por encima de lo real. Tonos esfumados. Nebulosas. Reflejos crepusculares. Luz mortecina, penumbra. Bellezas mansas, dulzura. Formalmente una poesía siempre ortodoxa, que pasó de largo del modernismo. Con un temario siempre erudito y fino. Cecília es considerada "la única figura universalizadora del movimiento modernista" porque se aparta de los "vicios expresivos, de lo anecdótico y del nacionalismo" que subsistían en casi todos los poetas de entonces. Henriqueta insiste en una poesía metonímica, de interiorización, profundización, abstracción, en la que la naturaleza es rebaños, restos, gotas de rocío, claros de luna, lluvias tristes, espuma entre los dedos, pájaro esquivo, burbujas que se evaporan. Movimiento: elidir lo visible. Disolver. Abstraer.

La apreciación académica de la poesía de estas dos mujeres, curiosamente, se asemeja a la del sentido común acerca de lo poético y de lo femenino. Es indudable que se trata de poesía, y de poesía de mujeres. No quiero ponerme panfletaria, ¿pero no les parece que existe una cierta identidad entre ese universo de aprehensión de lo literario y el ideario tradicional vinculado a la mujer? ¿El conjunto de imágenes y tonos son obviamente poéticos, y por lo tanto "femeninos"? Subo la apuesta: ¿no habría detrás de esa concepción líquida de la poesía un callar sintomático de los temas relacionados con la mujer o de una posible poesía moderna de mujeres, violenta, peleadora, vulgar, omnipotente? La crítica oficial se divide en relación con las poetisas: unos ven en la nobleza y en la delicadeza de su poesía algo de femenino; otros silencian toda referencia al hecho de que se trata de poetas mujeres, como si mencionarlo fuera irrelevante frente a la realidad mayor de la Poesía. ¿Será posible superar estas actitudes críticas? Pensar en la recepción de la poesía consagrada escrita por mujeres como instancia organizadora de un universo naturalmente femenino, suave. Lo natural: donde las imágenes estetizantes son eco del sentido común de lo poético y de lo femenino.

III

En esta poesía todo resbala, fluye y camina. Y en todo esto hay una delicadeza femenina, que aflora en las cosas, en los seres, con dedos fugitivos que hechizan al tocar. Pero ya desde ahí la poesía se da a la fuga. Esos dedos no agarran: intuyen, para luego transfigurar. Las manos a las que pertenecen son manos de hada. La sensualidad se volatiliza o se hunde en golfos de afectividad tan aguda y dilatada que conduce a la intelección del mundo. Como los oídos del ciego que llegan a sustituir la vista, el sentimiento de Cecília Meireles adquiere ojos que traspasan los fenómenos hasta llegar a la esencia. [...]

VI

No dejo de reconocer que hay elementos comunes en Cecília Meireles y en Henriqueta Lisboa. Sin embargo, muchos de esos elementos son producto del azar... En Cecília Meireles todo es océano, la tierra, la vida, todo es una ola que viene y va, sin dirección y sin velas, el poeta. El mar es antes que nada la imagen de un sentimiento, de una experiencia psíquica. Pero también encuentro ese sentimiento en los novelistas fenomenológicos, de Kafka a Camus, y por eso no puedo considerarlo un elemento puramente femenino.

Esto sucede porque lo femenino sólo existe en la sexualidad. En todos los otros aspectos de la vida, el elemento dominante es lo social, y el ser construido por la cultura propia del medio y de la época. Por lo tanto, cada vez que nos alejamos de la pura sexualidad resulta difícil distinguir lo femenino de lo masculino, a no ser por ciertos detalles complejos de definir: el gusto por la música opuesto al gusto por la plástica, una cierta prolijidad opuesta a la rigidez de la forma. Pero aun así, todavía estamos en medio de lo social, y una prueba de eso es que, según las épocas, el pudor o el exhibicionismo son indistintamente considerados atributos de la sensibilidad femenina. Por otra parte, nos encontramos de nuevo con la ley del límite y del nivel, tanto en el terreno de la oposición sexual como en el de la oposición de clases, y con la mujer que quiere penetrar en el dominio masculino para ponerse en el mismo nivel del hombre.

En el fondo, la idea de buscar una poesía femenina es una idea de los hombres, la manifestación, en algunos críticos, de un complejo de superioridad masculino. Necesitamos abandonar esa idea, ya que la sociología nos enseña que las diferencias entre los sexos son diferencias culturales, de educación, antes que diferencias físicas. Si tenemos en las manos un libro de versos, no nos fijemos quién lo escribió, abandonémonos al placer. [...]

El método documental. Ana Cristina Cesar. Manantial.

Extraído do sítio La Nacion

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